Vivir requiere de esa capacidad de entrega sin la cual el mundo se vuelve desabrido, infértil y sin sentido. Ser gozosos, plenos, vibrar y fluir en armonía con nosotros mismos no es algo que está servido, sino que más bien es una práctica que debemos desarrollar día a día para estar en sintonía con la posibilidad de vida que nos ha brindado el universo.
Sin embargo, cuando nos desapegamos de esta noción, nos quedamos al margen de la vida. Cuando no participamos del milagro de la existencia, dejamos de disfrutar de su privilegio y de las oportunidades que nos brinda.
Te invito a pensar que cada persona es un instrumento musical y cada cual debe jugárselas para aprender a hacer sonar todas sus cuerdas, sin perdernos la oportunidad de escuchar nuestra musicalidad y ser parte de la gran orquesta de la existencia.
¿Cómo se logra esto? Según Virginia Gawel, para experimentar nuevamente las posibilidades de la vida, es necesario redescubrir nuestra intención, y llevar a cabo el trabajo, con nuestra práctica cotidiana, participando, y afinando el propósito de mantenernos alertas, y en sintonía más allá de las circunstancias.
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