| 2020-07-11 | Marthin Ruiz Urbieta
Mientras en las calles unos tratan de cuidarse del Covid-19 con sana distancia y el uso de cubrebocas, en el transporte urbano y suburbano se presentan exposiciones a contagios por la presencia de pedigüeños que no usan cubreboca o no lo portan debidamente.
Es lo que se ve cotidianamente en las unidades que cubren la ruta Coatzacoalcos-Minatitlán, en las que se permite subir a guitarristas que cantan a pulmón abierto, a enfermos que piden “una ayuda”, y otros que a través de largas peroratas piden dinero asegurando que tienen “a un familiar enfermo”.
Los pedigüeños recorren el pasillo sin la protección necesaria y van hablando; son personas que bajan y toman otra unidad de transporte en un ininterrumpido vaivén, en constante contacto con gente diversa y por ende, probable transmisor del coronavirus.
Esas personas son una amenaza latente que vierte sus moléculas salivales sobre los pasajeros cuya protección es vulnerada por gente que no lo lleva y si lo hace, porta indebidamente debajo de la barbilla.