Veracruz - Boca del Río | 2020-03-01 | Lucía Melgar Palacios
Como si por primera vez se convocara a un paro de mujeres, y sólo en México, en el marco del 8 de marzo, jornada mundial de lucha por la igualdad y los derechos de las mujeres, diversos voceros del aparato estatal intentan descalificarlo, empresas y universidades buscan congraciarse con las paristas potenciales, alguna organización religiosa pinta el paro como conjura diabólica, algunos opinólogos se “alían” al feminismo para mejor ocultar sus inclinaciones machistas; algunas obedientes hijas del patriarcado advierten a sus descarriadas congéneres de las nefastas influencias y tentaciones que pueden arrastrarlas lejos del sendero del orden y la felicidad.
Tanto despropósito y distorsión mueven sin duda a la indignación. En perspectiva, sin embargo, todo el ruido con que se busca desviar la atención de las convocatorias a marchar o parar el 8 y 9 de marzo sugiere aprehensión y temor ante un movimiento amplio de mujeres, que ya ha rebasado los círculos activistas o académicos, y que, más allá de fechas y actos simbólicos, tiene un potencial de exigencia y movilización que rebasa partidos e ideologías y atraviesa clases sociales, edades, diferencias étnicas o regionales.
Como suele suceder ante un movimiento que cuestiona las estructuras y el funcionamiento excluyente de la dominación masculina, sus guardianes y censores recurren a estrategias estigmatizantes o disuasivas con el afán de mantener el control. Si no pueden acallar esas molestas voces que rompen la armonía del orden jerárquico; si no pueden impedir las expresiones y acciones que fisuran o taladran la mascarada de la armonía social, las ridiculizan o denuestan.
Tachan a las mujeres de incautas, inconscientes o irresponsables, como si ellas necesitaran la tutela de quienes se han arrogado por siglos el monopolio de la razón, junto con el derecho a hablar, decidir y actuar. Así sucedió en los años 30, cuando se argumentaba contra el derecho al voto que las mujeres obedecerían a sus maridos o a los curas o se acabaría la paz del dulce hogar; así sucedió en 2007, cuando se amenazó con traumas eternos o castigos divinos a quienes reclamaban el derecho a decidir libremente sobre su maternidad; así sucede hoy, cuando millones de mujeres se disponen a exigir su derecho a vivir sin violencia, con libertad e igualdad.
Se consideren o no feministas, millones de mexicanas tienen cada una sus razones para unirse a las marchas del #8M y/o al paro del #9M: el recrudecimiento del feminicidio y la saña contra los cuerpos femeninos, la amenaza y el horror de la violación, el maltrato y el abuso sexual en la pareja y la familia, la pederastia, la desaparición, la tortura sexual y la denigración en la trata; la persistencia del acoso en el trabajo, la escuela, el transporte y las calles; los abusos de las fuerzas armadas y la policía, la negligencia del ministerio público, la indiferencia o corrupción del sistema de justicia, las vejaciones en la cárcel; la explotación laboral, la brecha salarial, el techo de cristal; la discriminación en la familia, la comunidad, el trabajo; la intolerable impunidad... a las que se añaden recortes a programas sociales, continuidad de la militarización que aumenta la violencia machista, intensificación del maltrato a poblaciones migrantes…
No se trata sólo de miedo, enojo o hartazgo. Se trata de solidaridad y urgencia de justicia. Detrás de esa lista incompleta de actos de barbarie, denigración y exclusión, hay vidas, proyectos y sueños truncos o pisoteados. Hay niñas y mujeres cuyo nombre salió a la luz pública: Ingrid, Fátima, Brenda, Abril, María Elena, Miroslava, Lesvy, Mile, Nadia, Yakiri, Jacinta, Inés, Valentina, Ernestina, Iris Estrella, Sagrario… y miles más, cuyo nombre nunca supimos, y otras que, por conocerlas, guardamos.
Por ellas, por nuestras amigas, familiares, vecinas, colegas, estudiantes, por nosotras mismas, por un país habitable, por una vida con libertad, igualdad y dignidad, por algunas o todas estas razones y otras más, miles vamos a marchar, parar, protestar, exigir, sin pedir permiso.
Tomado de cimacnoticias.com.mx