En qué punto estamos…

Veracruz | 2021-07-02 | Marco Antonio Medina Pérez

Una vez apaciguada la verbena de cifras, comentarios y posicionamientos sobre el proceso electoral pasado, muchos amigos y compañeros me siguen preguntando en qué punto estamos, hacia dónde vamos, qué debemos hacer. Sigue habiendo confusión sobre esto. He aquí algunos comentarios.

Después de tres decenios de retrocesos sociales, de estancamiento económico, de quebrantos en el patrimonio nacional, además de atrocidades de impunidad, de vidas perdidas y crímenes manifiestos, el 1º de julio de 2018 el pueblo mexicano decidió dar un golpe de timón al rumbo de su historia y otorgar un apoyo masivo al hoy presidente López Obrador. La esperanza concretada en esa votación pareció desvanecer la realidad de que a todo proceso de cambio corresponde una reacción, según las leyes de la historia.

Y esa reacción se hizo evidente en el caso mexicano apenas se comenzó a desarrollar el programa de reformas del presidente. Inició con los medios de comunicación ligados al viejo régimen, a los que la mañanera convirtió en convidados de piedra en la nutrida relación informativa que AMLO estableció directamente con el pueblo.

De un plumazo, López Obrador cambió las reglas del juego con dichos medios y pudo cortar de tajo la sobreabundancia de recursos y prebendas que los sostenían.

Vendría después otro cambio de fondo en esas reglas del juego. La corrupción dejó de ser la forma de designar las obras, los proyectos y las adquisiciones del gobierno. Muchos corporativos y empresas acostumbradas a esta mecánica naufragaron sin poder acoplarse a los nuevos tiempos. Después fue el conjunto de los que se dedicaban al deporte nacional de la defraudación fiscal, a la facturación ficticia y a la subcontratación.

El colmo fue cuando se exigió a grandes corporativos a pagar los impuestos que debían por años y que mediante triquiñuelas evadían sus responsabilidades contributivas. Y se protestó por ello. Y aparecieron FRENA, Sí por México, Chalecos México y otro centenar más.

La pandemia logró también aglutinar la respuesta reaccionaria de varios sectores de la derecha nacional. Hicieron campaña y media para doblegar al gobierno y hacerlo ir por el sendero de la contratación de más deuda, cancelar los grandes proyectos de inversión de la 4T y disminuir los programas sociales. Por el contrario, en esta crisis pandémica se protegió a la población más desfavorecida y, oh milagro, hoy estamos en mejores condiciones que la mayoría de las economías del mundo para salir delante de la crisis reciente, sin saldos adicionales de deuda y con un mayor ingreso fiscal.

Las elecciones sólo fueron una batalla más en medio de un gran movimiento de reacción contra la Cuarta Transformación. La más grande que se ha desarrollado hasta el momento. Si pudiéramos imaginar un campo bélico, deberíamos considerar que la derecha dirigió todos sus esfuerzos al logro de una mayoría en la Cámara de Diputados. Y fracasó en el intento.

En cambio, las fuerzas de la Cuarta Transformación, además de contener exitosamente el embate -con las bajas inevitables de toda batalla-, logró burlar las defensas que se habían establecido en 11 entidades federativas en la elección para gobernador y se fue con la victoria en ellas, además de obtener mayoría legislativa en 18 estados de 30 en donde estaban en disputa sus congresos.

Es decir, después de lograr la presidencia de la República y comenzar la transformación en el ámbito federal, la 4T dirigió sus baterías hacia el nivel siguiente, el estatal, logrando importantísimas victorias. Recordemos que toda transformación comienza con un punto de irradiación central y sólo después de muchos años llega a los lugares más apartados, como sucedió en el caso de la Revolución Mexicana.

Claro, no todo fue miel sobre hojuelas, para explicar lo cual necesitaremos otra entrega…si se nos permite.

marco.a.medinaperez@gmail.com