Veracruz | 2020-09-20 | Agustín Gálvez
Yo recuerdo con gran alegría, los años mozos de mi infancia, había muchos juegos con los amiguitos del barrio, con los compañeritos de la escuela e incluso recuerdo con gran cariño a mis padres que también jugaban con nosotros a veces en casa, a veces hasta en la calle y salían muchos vecinos y vecinas y se hacia una gran fiesta de juego y diversión, había paz, tranquilidad y algo que siempre nos fue enseñado, el respeto mutuo y sobre todo el respeto a nuestros mayores, esto no era si querías, había que respetar.
Yo viví gran parte de mi infancia y mi juventud y aun en mi edad ya adulta con mis abuelos y de ellos aprendí también muchas cosas buenas, el mutuo apoyo, la tolerancia, el amor y el preocuparnos los unos por los otros, la empatía entre muchas cosas más, entre todo esto, mi abuela nos ponía a coser los calcetines que rompíamos, se remendaban también los pantalones y créanme que yo era un experto en romperlos de las rodillas y de las entre-piernas, tuve que convertirme en un experto cocedor, si rompíamos un plato o más grave aún, cuando rompíamos algún muñeco de porcelana, lo teníamos que reparar también y tenía que quedar lo mejor posible, recibíamos la reprimenda correspondiente, pero la vida continuaba aun con todas sus remendaduras, lo importante es que nos enseñaban a que buscáramos el remedio o la compostura para todo, porque no vivíamos en la época de lo desechable, si las cosas tenían remedio, pues había que componerlo y en las relaciones personales, no era la excepción, nos enseñaron a reconocer nuestros errores a pedir perdón y a buscar la manera de resolverlos o repararlos, pero también nos enseñaban a ser humildes y sinceros y a perdonar a los demás, a todo teníamos que buscarle una solución, y era muy padre apoyarnos unos y otros, nos preocupábamos siempre por los demás, no dejábamos que otros renunciaran a sus actividades, a sus sueños o a sus planes, nos motivamos también los unos a los otros, así aprendí a conducirme casi en todas las cosas de la vida, a perseverar y a preocuparnos por los demás, pero también a respetar los límites que esto puede llegar a tener, si alguien te quería lejos de su vida y/o de sus asuntos, pues le respetabas sin criticar o juzgar y ya, lo que si me queda claro, es que hoy nos hemos vuelto fríos y distantes y aunque a veces nos preocupamos por alguien o por algo, rápidamente se nos pasa y no hacemos nada por ello, pero creo que deberíamos de preocuparnos más por los demás, sobre todo, como entrenadores o maestros, tenemos un gran compromiso a transmitir lo que hemos aprendido personalmente, una de las grandes enseñanzas que tenemos es aquella que dice que la rama que se separa del tronco, termina por secarse, esto me hizo recordar una breve historia, había un grupo de amigos, ya viejos en su mayoría, que se reunían al menos una vez por semana, cierto día uno de ellos dejo de asistir a estas reuniones, algunos se preguntaban que paso pero nadie hizo mayor caso, era diciembre y hacia frio, uno de ellos decidió visitar a su viejo amigo, solo saludo y se sentaron frente a la chimenea, viendo la danza de la llamas, en una semioscuridad de la tarde, el que llego de visita se acerco a avivar el fuego, pero con la varilla separa un trozo de la madera del fuego, poco a poco se fue apagando y enfriando hasta casi extinguirse, antes de que esto pasara, la regreso al resto de las brazas y se encendió de nuevo, terminaron de tomar su café y sin decir más que una hasta pronto, te esperamos, se despidió y se fue. Espero que eso que siempre está entre nosotros, siempre este nosotros, fortaleciéndonos y uniéndonos a pesar de nuestras actividades y cientos de ocupaciones, porque el apoyo mutuo es algo que debe de prevalecer para fortalecernos los unos a los otros, la unidad es el tronco y nosotros simples ramas.
Seamos el fuego que alimenta a unos y a otros, seamos equipo, seamos familia.
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