Coatzacoalcos, Ver. | 2022-12-05
Los niños son una gota de rocío al amanecer y los hijos, el espejo donde reflejamos nuestra propia alma; de nosotros depende que sus pequeños retoños se conviertan en fuertes robles, cuyos robustos troncos triunfarán en medio de las más aciagas tormentas.
Pero para Yesenia no fue así, ella no conoció cuentos de brujas malvadas y princesas encantadas, porque su realidad era mucho peor que la ficción de Hansel y Gretel. Su gris cotidianidad, la más brutal confirmación de cómo podemos olvidarnos fácilmente de lo más elemental, amar a nuestros hijos, a nuestro prójimo y respetar su existencia.
El día a día de esta preadolescente de 13 años, estudiante de la Secundaria General número 5 y vecina del andador Gavilanes en la Santa Isabel tercera etapa, al poniente de la ciudad de Coatzacoalcos, es una secuencia continua de maltrato infantil y desamor por parte primeramente de sus padres biológicos, que desde temprana edad la tundían a golpes por la más mínima falta.
Posteriormente, con el deceso de su madre debido al cáncer hace un par de años, la menor de poco más de diez años fue obligada a madurar intempestivamente, haciéndose cargo de los quehaceres de la casa como lavar y cocinar para su padre de oficio taxista.
Finalmente, el día sábado tres de diciembre, Yesenia encontró su más trágico final en manos de un par de asesinos que cortaron de tajo su juventud que apenas despuntaba, el móvil ya es lo de menos, si fue pasional o no, sale sobrando.
La más execrable verdad es que una niña de solo 13 años, víctima durante toda su infancia de violencia intrafamiliar nunca fue rescatada, ni por sus consanguíneos maternos que hoy reclaman justicia por su homicidio.
Tampoco su caso fue visibilizado por las autoridades del DIF, quizás ciegas ante el silencio cómplice de los vecinos que durante más de una década, presenciaron golpes e insultos que acabaron por ´normalizar´, como si en pleno Siglo XXI los infantes se educaran apaleándolos, agrediéndolos verbalmente.
A través de las humildes paredes de esa casita de lámina en el andador Gavilanes a pocos metros de una institución educativa, muchas veces Yesenia recibió recalcitrantes insultos que calaban hondo en su memoria infantil.
Esos recuerdos con sabor a hiel son los que se quedan prendados en la mente como cicatrices purulentas que jamás mejoran, empeoran al paso del tiempo y cuando el individuo alcanza la edad adulta, muchos pueden volverse monstruos golpeadores que escenifican el mismo guión una y otra vez; otros tantos acaban delinquiendo o se transforman en depravados abusadores sexuales. Aunque hay algunos a los que se les seca el alma, mutando a seres humanos en zombies.
No había paz, a la par desde que contaba con tan solo tres o cuatro años, su madre biológica la sobajaba indiscriminadamente, exigiéndole cosas que a su temprana edad los menores no pueden realizar, porque son infantes y su única tarea obligada es jugar, para ser felices.
Tampoco hallaba consuelo en su padre, que al retornar de su jornada laboral no tenía amor para ella, sino más coscorrones, cinturonazos, amenazas, que acabaron ´normalizándose´ para Yesenia.
Posteriormente, con la muerte de su madre biológica a consecuencia del carcinoma, a la casita que era mudo testigo presencial de la opaca infancia de aquella niña marcada por la ignominia, llegó ella, ´Sarai´, su joven madrastra.
Yesenia resistió, tenía ganas de vivir, no claudicó, siguió adelante apenas respaldada por su familia materna que no fue capaz de conseguir su custodia y darle un refugio seguro, sino que simplemente la dejaron allí, sobreviviendo en el infierno a distancia de unas cuantas casas.
Todavía su llanto infantil resuena en las paredes de las viviendas de los vecinos, cuya indiferencia es hoy su mayor remordimiento, se saben culpables de no levantar la voz para defenderla. Aún se recuerdan los ladridos de un perrito, que en forma infame sus propios padres dejaron a la intemperie, provocando su muerte.
Hoy todo es recuerdo, el ayer no existe, el hubiera es solo una hipótesis, el dolor es inextinguible pero caducable, ¿por cuantos días, meses, años, recordaremos la tragedia de Yesenia?, una niña que todos sus 13 años, puntualmente fue agraviada por quienes la debieron amor y proteger.
Podrán decir que la querían mucho y extrañarán más, que era la luz de sus ojos, pero quienes la escuchamos llorar, recordamos el sonido sordo del cinturón estrellándose en su cuerpo y la imaginamos crecer gracias a su resiliencia, entendemos porque a través de su luminosa sonrisa se marcaban las líneas de expresión de la madurez no natural, sino de esa que llega a nosotros a través del arrebatamiento de la infancia de un niño, a quien en vez de cultivarlo como una flor, lo rociamos con ácido, robándole el verdor destellante del mañana por el más gris horizonte.
Luis Enrique Martínez Torres acudió hasta la casa editorial de Diario del Istmo, donde solicitó su derecho de réplica por una nota en la que se le menciona como responsable de violencia intrafamiliar.
-¿Usted se deslinda de esos señalamientos de maltrato a Yesenia y su madre?, se le volvió a preguntar, a lo que enfatizó:
"¡Claro que sí! Yo a muchos les contesté: ´les voy a callar la boca´, porque mi hija eso es lo que hubiese querido, que no estén ofendiendo a su madre.
"Y a su madre la voy a defender también, porque no se vale lo que están haciendo (en alusión a la nota publicada por nuestra casa editorial)".
SONRISA CONTAGIOSAEn una entrevista exclusiva, el padre de familia narró que siempre procuró a su hija y esposa, esta última fallecida por cáncer de seno hace poco más de dos años, añadiendo que su hija Yesenia siempre fue feliz.
"Esa sonrisa contagiaba a cualquiera, hacía hablar hasta una piedra, las hacía reírse, así era mi hija; ¡cuánta gente la despidió!... ¿ustedes creen que una niña maltratada iba a tener eso amigos, iba a tener esas excelentes calificaciones? ¿ustedes creen que esa niña iba a ser así?", narró.
Por momentos indignado, pero por otros, lleno del recuerdo que dejó Yesenia en él, Luis Enrique expresó que no permitirá que manchen la memoria de su hija ni de quien fuera su esposa.
"Que a los dos años se le ponía trabajos duros, ¿de dónde? Si literalmente no la dejaba hacer nada, pero la gente habla sin fundamentos, y los fundamentos yo los traigo aquí, para que vean y les demuestre que todo lo que dijeron es mentira", remarcó tras lo publicado por esta casa editorial.
-¿Usted otorgaría un perdón espiritual a Saraí ´N´?, se le cuestionó, a lo que dijo:
"Mira, yo creo que en esa parte mi hija no lo aceptaría así, ella sabía que yo quería mucho a esa persona, yo creo que en esta ocasión mi hija no habría querido eso.
"Yo a Saraí cristianamente no la perdono, carnalmente menos...cada acción tiene una reacción y si se va a pudrir en la cárcel, pues con la pena".
ACOTACIÓN
Es preciso mencionar que quien redacta este derecho de réplica no fue el autor de la nota sobre el presunto maltrato, pero en un ejercicio de ética propia, más que periodística, se procedió a tomar la versión de Luis Enrique Martínez Torres.