Coatzacoalcos | 2024-04-07
1994 fue un año que significó un parte aguas en la historia reciente de México, al suceder dos significativos eventos, los cuales difícilmente podrán ser olvidados por la memoria colectiva del país.
A la mitad de la década de los noventas ocurrió el levantamiento armado del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), liderado por el célebre Subcomandante Marcos, de identidad desconocida entonces, aunque después se revelaría el nombre de Rafael Sebastián Guillén Vicente como quien se ocultaba detrás de aquella pipa y un pasamontañas negro, donde solo se adivinaban aquel par de vivaces ojos verdes.
Y por otra parte, el 23 de marzo de ese mismo año, el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) Luis Donaldo Colosio Murrieta fue asesinado en la colonia Lomas Taurinas del municipio de Tijuana, Baja California en la frontera con Estados Unidos, una de las zonas más marginadas de México. Al son de La Culebra interpretada por la Banda Machos, un balazo en la sien de Colosio Murrieta acabó con su vida.
El magnicidio de quien en su discurso prometía un nuevo amanecer para el pueblo y auguraba el posible rompimiento con el partido en el poder, el PRI, hasta el día de hoy continúa entre el velo de la duda y las mentiras oficiales.
Existe un supuesto homicida confeso cuyo móvil muchas personas ponen en tela de duda que pronto abandonará la prisión. Si Mario Aburto Martínez lo asesinó o no, eso realmente nadie lo sabe.
Dentro de aquel convulso 1994, un hecho trascendente y sorprendente marcó también la vida de uno de los periodistas más vetustos de Diario del Istmo, héroe de muchas batallas y pieza fundamental en la construcción informativa del impreso.
En medio de la vorágine en la cual los medios de comunicación masiva se despertaron aquel primero de enero de 1994 y los días subsecuentes, un hecho predominó sobre los demás, una imagen y una posterior entrevista, al margen del movimiento armado que de pronto recordó a propios y extraños la existencia del México bronco y el hartazgo social.
Apenas seis años después, llegaría la ansiada alternancia política en el país a manos de Vicente Fox Quesada. Hoy, 24 años después está a punto de concluir el primer gobierno emanado de la izquierda en la figura de Andrés Manuel López Obrador.
El levantamiento armado del EZLN tuvo lugar en San Cristóbal De Las Casas, conjuntamente con las poblaciones de Larráinzar, San Andrés, Simojovel, Chalam, Huixtán, Oxchuc, Ocosingo, Chanal, Altamirano y Las Margaritas.
Al tratarse de un sitio cercano donde estaba ocurriendo el alzamiento zapatista, Diario del Istmo envió a sus propios corresponsales para obtener datos frescos y transmitirlos oportunamente como siempre ha sido la misión del Corporativo Imagen del Golfo.
Aquellos corresponsales de guerra que viajaron hasta los Altos de Chiapas para reportar los eventos que estaban causando asombro no sólo en la República Mexicana, sino en el mundo entero, fueron Manuel Carrillo Ochoa y Mario Zepeda Díaz de la Vega, en aquel entonces reportero gráfico.
En la zona de conflicto permanecieron del 2 de enero de 1994 al 14 de marzo, sumando dos meses y medio de zozobra.
Sería fortuitamente Zepeda Díaz de la Vega, un joven y aventurero Mario cuyo nombre se escucharía en lejanos lugares, quien al accionar el obturador de la cámara fotográfica capturó e inmortalizó un trozo del conflicto chiapaneco. Si hoy algo así pasara, diríamos que Mario Zepeda se hizo viral.
En el atribulado México noventero, la fotografía de un presunto esqueleto humano devorado por un perro causó estupor y terror en quienes la miraron por primera vez en aquella edición de Diario del Istmo del jueves 13 de enero de 1994.
Esta gráfica le dio la vuelta al mundo conocido entonces, "se viralizó" sin redes sociales y terminó volviendo famoso a su creador. Incluso fue vendida por 3 mil dólares al enviado de una revista alemana.
Si eran los restos del cuerpo de un soldado del Ejército Mexicano o pertenecían a otro ser humano, es una incógnita que quizás se afianzó en la mente del colectivo popular desde hace treinta años.
Vendrían después más incursiones de los corresponsales de guerra en suelo zapatista; llegaría la presencia de Manuel Camacho Solís como Comisionado Especial para la Paz y los posteriores trágicos sucesos en Lomas Taurinas, Tijuana.
Incluso hasta una entrevista con el célebre Marcos conseguida por los periodistas de Diario del Istmo, pero aquella imagen no se olvidaría fácilmente.
No sólo el oportunismo y la disciplina de Mario Zepeda Díaz de la Vega lo logró, sino que Diario del Istmo refrendó su posición preponderante en la zona sur como medio de comunicación fiable, certero e imparcial en su información.
Tres décadas han pasado, hoy el Corporativo Imagen del Golfo es un gigante indestructible no solo en la zona sur del estado de Veracruz, sino en el país entero, reconocido por el propio presidente de la República Andrés Manuel López Obrador.
¿Y Mario Zepeda? Lo ha logrado todo profesionalmente y con aquella polémica fotografía obtuvo el Premio Estatal de Periodismo. Actualmente sigue colaborando para Diario del Istmo porque las noticias son cíclicas y los verdaderos periodistas jamás dejan de serlo.