| 2023-09-21
La sociedad ha hecho creer a los hombres que su masculinidad debe ser sinónimo de fuerza, coraje, virilidad, poder. Quizás has escuchado hasta el cansancio frases como: "Los hombres no lloran", "Los hombres proveen" "Los hombres deben ocultar sus emociones y nunca mostrar debilidad".
En fin, lo que se busca es alejar a los hombres de cualquier valor "femenino", ya que esto afecta su condición de "macho" ante la sociedad, perpetuando estereotipos sociales, creencias limitantes y prejuicios sobre lo qué es ser hombre.
¿Consecuencias de esto? Creamos un paradigma social en el que hombres tienen una actitud violenta, insensible y misógina hacia las mujeres y hacia la sociedad, en el que se convierten en personas totalmente desconectadas de sus emociones solo para cumplir con estos estándares sociales.
La masculinidad frágil reside precisamente en esa constante necesidad de demostrar la superioridad y prepotencia masculina, y en ese afán, logra construir precisamente lo contrario: hombres inseguros de su verdadera fuerza, incapaces de conectar consigo mismo y con los demás. Hombres, que en su afán de esconder sus emociones para demostrar su fuerza, terminan por mostrarse mucho más débiles, inseguros, con baja autoestima y vulnerables.
Afortunadamente, los tiempos cambian, y son muchos más los hombres que comienzan a replantearse estos viejos patrones o esquemas de conducta tóxicos que nos han venido inculcando desde niños para darle paso a una masculinidad más saludable, más feliz y con mayor bienestar psicosocial.
Recuerda, el mayor enemigo no es la masculinidad en sí misma. Ser hombre no es malo, y no todos los hombres son malos (porque esta también es una creencia limitante sobre la masculinidad). De lo que se trata es de recuperar la definición de la masculinidad, redefinirla.
La masculinidad es un constructo social, así que de la misma forma que la creamos podemos deconstruirla para volverla a armar.
Parafraseando a Nietzsche: "No queremos hombres dominantes. Queremos hombres más humanos".