Kamala




Con la llegada de Kamala Harris al ticket demócrata se complementa la fórmula con la que Joe Biden piensa recuperar el poder para ese partido.

Ésta se compone de cuatro sostenes: una dilatada carrera del candidato a la presidencia, que contrasta claramente con la improvisación de Donald Trump.

Segundo: poner el énfasis en una crisis que está destruyendo el bienestar de millones de familias y que ha desinflado las posibilidades de reelección.

Tercero: guardar silencio, toda vez que el presidente Trump ha demostrado ser su peor enemigo. Sus enredos le perjudican más que cualquier ataque.

El cuarto pilar es la elección, correcta, de su compañera de campaña.

Kamala Harris reúne varios requisitos centrales. El sistema electoral norteamericano está pensado en una fórmula binaria. Eso puede conducir a una de dos decisiones estratégicas: reforzar un posicionamiento con personas del mismo perfil o, bien, tratar de complementar la capacidad de atracción de un equipo hacia segmentos específicos.

Eso es lo que hizo Biden.

Harris apela al voto femenino, migrante y más joven que se rehusaba -se rehusa- a adherirse a Biden.

El candidato es fuerte en el segmento de afroamericanos, pero su precampaña no demostró mucho arrastre en mujeres y casi nada en jóvenes. Harris viene a complementar esa deficiencia. Proviene del sur, de un estado muy liberal -California- es hija de migrantes latinos y asiáticos.

Con todo, es centrista. Eso impide que la candidatura se desdibuje con posturas demasiado liberales y le quita a los republicanos la posibilidad de retomar ataques contra posturas muy liberales y polarizar la elección. Harris fue procuradora de San Francisco, luego de California y Senadora. Ha sido dura con el crimen, lo que robustece el discurso de apego a la ley y el orden.

Esas cualidades, compaginadas con una vasta experiencia de Biden en temas de gobierno, de política exterior, de estadista, parecen perfilar una fórmula sólida.

Veremos hasta cuando funciona la estrategia de guardar silencio. Las encuestas estatales indican que no habrá necesidad de abandonarla pronto.

Por eso Trump está desesperado. Ya la economía devastada no es su único problema: ahora está asfixiado por una pandemia que no tiene control ni fin. Busca

desesperado una vacuna. Un tratamiento. Una prueba rápida que permita disminuir la devastación de los contagios antes de noviembre.

Muy difícil.

Por ello perfila su disposición a dar un salto al vacío: atacar la legitimidad del sistema.

En ese asalto final parece estar solo.

La solidez de la fórmula demócrata parece complicarle las cosas. Hoy, Trump perdería la elección.

Pero la elección no es hoy.

@fvazquezrig



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