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Veracruz 12:30 PM




 ¡Engarrótesemeahí!. A partir de este jueves podría decir, pero no dice, el decreto lanzado por el Ejecutivo local aunque también podría decir: ¡con calma y nos amanecemos!, en materia de (in)movilidad, tras la enésima acometida del virus que azota al mundo; habrá entonces que dejar, para mejor ocasión, la idea de ir a desayunar gordas, picadas y demás antojitos en aras de mantener la salud porque la línea hace mucho que se perdió… Pero… ¡qué panzóóóó!, preguntan a voz en cuello las amistades y también las enemistades, que para la íntriga, así, con acento en la í, para que suene bien, decía algún sotaventino, se pintan solas.

Y mire usted que tales manjares –gordas, picadas— aquí en Veracruz es casi un pecado dejar de comerlas; pero quedarse en casa, no salir más que lo indispensable y guardar sana distancia, salva vidas. Y del cubrebocas ni hablar, no siga el mal ejemplo de muchos y muchas que andan sin barbijo en la calle, se exponen y exponen al resto de la comunidad. Tantita... (iba a decir madre, tantita madre, pero…), responsabilidad, tantita, nada más.

Por cierto, que tristes se van quedando las ciudades ante el paso de esta peste del nuevo siglo que entra y desgobierna al mundo y nada peor que un mundo así, donde todos somos media cara, más no cara cortada.

Para caras cortadas la del vate veracruzano Agustín Lara, autor de letras que sus coterráneos conocen y aprecian. ¡Ese Agustín!, poeta del amor corsario y del angelical también, cantó a ciudades que no había conocido –Madrid, Granada, Valencia— y también a los amores que no había tenido y mucho más a los que tuvo: “Santaaaa, Santaaaaamíííaaaa”, cantaba Lara en, precisamente, Santa la primera película sonora del cine mexicano con música de, ¡faltaba más!, el Flaco de Oro, Agustín Lara, que desde su pedestal privilegiado, ahí en Martí y Boulevard Ávila Camacho, faso en mano (faso, faso, no vaso, por favor), ha visto pasar este norte huracanado que ha dejado una estela de frío que no vea usted de la chamarras que hubo que jalar. Lo bueno es que alpent-house, el viento le hace a esta columna lo que el viento a Juárez y no se ha roto ni un vidrio. Ajá. Lo espero a usted, lectora, lectora, lectore, el próximo viernes aquí, pero en privado… ¡Ah, no!, ¡Eso lo dice el bueno de Joaquinito! ¿Sabina?, noooo, López Dóriga, pero ésa, es otra historia, según nos explicó repetidamente, en memorables comerciales, Loló Navaro.





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