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La causa de todos nuestros problemas

La causa de todos nuestros problemas

Si alguna persona nos preguntara cuáles son los problemas que nos aquejan, sin lugar a dudas tendríamos preparada una lista de situaciones que nos están perturbando. La actual situación económica, el confinamiento debido a la pandemia, la salud propia o de los seres queridos, el clima, los vecinos… tenemos –la mayor parte del tiempo– una noción bastante clara de los problemas que enfrentamos. No obstante, si también se nos preguntara si sabemos cuál es el rol que nosotros jugamos en la creación de dichas situaciones, probablemente no sabríamos qué responder. Tal vez, que no tenemos nada que ver con ellos; llegaron por sí mismos a perturbar nuestra paz y somos víctimas de las circunstancias. Y si se nos dijera que está en nuestras manos eliminar todos estos problemas sin tener que desgastarnos física ni emocionalmente… ¿qué es lo que pensaríamos?

La verdadera cara de los problemas

El budismo, filosofía con más de dos mil años ayudando a millones de personas en todo el mundo, asegura que nuestros verdaderos problemas no son las cosas que nos pasan, sino nuestra reacción a ellas. Suele decirse que para que algo exista debe haber una mente que lo perciba y, por lo tanto, si nuestra mente no percibe las situaciones como “un problema” entonces –esencialmente– no tenemos un problema. Esto no quiere decir que adoptemos una indiferencia a lo que nos sucede y mucho menos que no debemos brindarle importancia; lo que el budismo propone es que si tomamos una actitud de “no hay problema” entonces nuestro mundo interno no se ve afectado por lo que acontece en el mundo externo.

Al escuchar que la solución a nuestros problemas está en un simple –pero efectivo– cambio de perspectiva, una resistencia interna aparecerá invariablemente. Estamos educados para ser totalmente externos: la forma en la que nos sentimos está en dependencia de cómo van nuestras circunstancias. Si nuestros deseos se cumplen nos sentimos felices y bendecidos; de lo contrario, hay frustración y decepción. El secreto que ha liberado a incontables personas de este ciclo es la ecuanimidad: se dice que si algo tiene solución, ¿para qué preocuparse? Y si no la tiene… ¿para qué preocuparse?No se trata de desentendernos de las dificultades que surgen en nuestra vida, sino todo lo contrario: se trata de reconocer que para llevar una vida más feliz y armoniosa debemos responsabilizarnos de nuestra forma de reaccionar.

¿Cómo cambiar nuestra perspectiva?

La razón por la que instintivamente reaccionamos con negatividad a las situaciones desagradables que vivimos es porque, subconscientemente, creemos que amenazan nuestra supervivencia. El instinto de sobrevivir es algo innato que nos ayuda a preservarnos de los peligros y amenazas, pero puede tornarse problemático ya que nos hace reaccionar de forma problemática: ya sea con hostilidad, tristeza o preocupación, actuamos así porque nos sentimos amenazados. La mayoría de las cuestiones que acontecen en el día a día no representan una verdadera amenaza a nuestra vida. Para cada “problema” que percibamos, debemos preguntarnos si lo que está pasando podría ponerle fin a nuestra vida. E independientemente de la respuesta, así sea sí o sea no: ¿para qué preocuparse?

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